El Mercedes-Benz C Coupé llega a Argentina con una sola motorización: 1.8 naftera con 16 válvulas, inyección directa, turbo, intercooler y una potencia de 204 cv a 5.500 rpm. El torque que entrega es muy bueno para su cilindrada: 310 Nm, entre 2.000 y 4.300 rpm.
Este propulsor se puede combinar sólo con la caja 7G-Tronic Plus, con siete marchas.
Para el año que viene está prevista la llegada de la versión preparada por AMG. Tendrá un V8 de 6.2 litros y 457 caballos de potencia. La primera unidad en llegar al país se exhibió durante el Abierto de Polo de Palermo.
Comportamiento
Manejarlo es un placer. Y si bien muchos pensarán que esto es lo único que se puede esperar de un Mercedes-Benz, conviene profundizar un poco más.
Su carrocería coupé y su motor turbo me tentaron a sacarlo a la ruta cuanto antes. Y ahí no defrauda. El motor empuja con contundencia a partir de las 1.800 rpm, la dirección es muy precisa y la suspensión es confortable, pero se encarga de transmitir al habitáculo la información que realmente importa sobre el camino y la adherencia de los neumáticos.
Acelera de 0 a 100 km/h en 7,2 segundos y alcanza una velocidad máxima de 240 km/h. Son valores de primer nivel, sobre todo cuando recordamos que pesa 1.550 kilos y tiene un motor de apenas 1.8 litros.
Los frenos también son excelentes y en los tramos con curvas el chasis se desempaña de manera brillante, sin sorpresas, pero tampoco sin aburrir al conductor.
Y sin embargo…
Y sin embargo este C 250 Coupé está muy lejos de tener el comportamiento de un deportivo. Por empezar, la caja automática no tiene levas en el volante y eso obliga a quitar una mano de la dirección para pasar los cambios con mayor rapidez.
Además, las butacas son muy cómodas y la posición de manejo es soberbia, pero el cuerpo viaja bastante suelto, sobre todo cuando las inercias más fuertes entran en acción.
Y el motor, a pesar de su genial rendimiento, permanece casi ausente en términos acústicos. Hay que llevarlo muy alto de vueltas para poder apreciar un sonido que ni siquiera resulta inspirador.
Después de probarlo en ruta y a buena velocidad, me dediqué a convivir con el C 250 Coupé durante una semana cargada de eventos de fin de año en Buenos Aires. Con mucho calor. Y con un tránsito insoportable.
Un día demoré una hora y media en unir el Riachuelo con el Río de la Plata, por la General Paz. En esos largos minutos de meditación no tardé en descubrir que este Mercedes es uno de los mejores refugios del planeta para sobrellevar a un embotellamiento de tránsito.
Tiene mucho espacio para las piernas, el equipo multimedia funciona con soltura, la butaca tiene reglajes múltiples para cambiar de posición a cada rato, el climatizador es tan silencioso como eficiente y la aislación de la cabina es absoluta.
Y lo mejor de todo: aún con un tránsito lento y pesado que haría las delicias de los fabricantes de Activia, los consumos son respetables: 9,1 litros cada 100 kilómetros en ciudad.
Conclusión
Que la carrocería coupé no engañe. El C 250 no es un auto deportivo ni pretende serlo. Cuesta 65.900 dólares y por esa plata no es difícil encontrar coupés más potentes y veloces.
Pero la propuesta del C Coupé viaja en otro sentido. Es un auto elegante, confortable y refinado, donde las dos puertas hablan más del egoísmo y la independencia del propietario que de sus pretensiones pisteras.
En ruta puede viajar a velocidades crucero prohibidísimas, con toda soltura, pero sin vértigo. Sus prestaciones fueron pensadas para llegar antes a destino, no para divertir en el camino al conductor con espíritu de niño.
Quienes busquen prestaciones puras ya encontrarán una respuesta contundente ante la inminente llegada del C 63 AMG Coupé, con lo último en tecnología y prestaciones de Mercedes-Benz.
El C 250 Coupé rescata otros valores de la marca de la Estrella. La exclusividad, el confort y la elegancia.
Es una auténtica Mecha.
Como las de antes.